Fuentidueña de Tajo

 

Fuentidueña de Tajo situada en el trazado de la Cañada Real Soriana a 62 Km. de Madrid, y una población de 2.108 habitantes, emerge vigilante a la vera de este río que le da su nombre.

De probable origen romano, y aunque se atestiguan restos prehistóricos de material lítico en la zona, es en la época medieval cuando se convierte en un punto estratégico de importancia durante la dominación árabe gracias al desaparecido castillo de Alarilla, que su día estuvo donde hoy se encuentra la ermita del mismo nombre. Tras la conquista de Alfonso VI, la plaza de Alarilla pasa a depender de la Orden de Santiago. En el siglo XIX la villa pasa a formar parte de Madrid.

Al llegar a Fuentidueña lo primero que nos llama la atención es la magnífica silueta del Castillo conocido como el de los Piquillos que desde un altozano corona la villa que a sus pies se extiende hasta la ribera del río Tajo. La Orden de Santiago, como Encomienda Mayor de Castilla, controló este castillo junto al de Villarejo en el curso medio del Tajo. Parece que se edificó hacía 1230 y fue ampliado y reconstruido en el siglo XIV, incorporándole la gran torre del homenaje. Relacionado con la Reconquista, también se le atribuye la existencia de pasadizos secretos que según la tradición popular fueron utilizados por los amantes moriscos de la reina doña Urraca, mujer de Alfonso I el Batallador. Fue en el siglo XIX cuando el castillo sufrió la mayor parte de la destrucción. A los pies del castillo encontramos la conocida como Fuente de la Dueña cuyo nombre hace alusión a la citada reina.

Otro lugar emblemático es la Ermita de Alarilla, ubicada en el lugar donde estaba la antigua fortaleza y construida según cuenta la leyenda, cuando un aldeano encontró una imagen de la Virgen mientras recogía esparto. La víspera del segundo fin de semana de septiembre tiene lugar una romería que conmemora este hecho.

Ya en el interior del pueblo se alza la Iglesia parroquial dedicada a su patrón San Andrés Apóstol. Se cree que fue levantada en torno a 1175, si se observa detenidamente el edificio, se pueden suponer distintas etapas constructivas pero es en el siglo XVII cuando se fecha la construcción actual. La entrada al templo se realiza por un pórtico sustentado por tres columnas de estilo toscano, siendo la planta de tres naves con arcos de medio punto. En el presbiterio encontramos el retablo Mayor que data del siglo XVII, en cuyo centro aparece un cuadro de San Andrés Apóstol y de la Asunción de la Virgen.

La Torre del Reloj es sin duda una de las construcciones emblemáticas de Fuentidueña, y como su propio nombre indica, es el lugar donde se ubica el Reloj de la Villa, cuya maquinaria es de las más antiguas de la Comunidad de la Madrid. Bajo su arco pasa la Calle Mayor y a ella está unido el edificio del Ayuntamiento. Está construida en yeso y en su parte superior tiene una barandilla realizada en forja, y una especie de «caperuza» que protege la campana.

Entre sus calles encontramos casas labriegas de dos plantas edificadas en piedra y yeso, la planta baja era usada como vivienda y la alta como cámara para almacenar el cereal. También son típicas las casas-cueva de la periferia, horadadas en la tierra, con patio de entrada, cocina y despensa, a las que se iban añadiendo dormitorios según la necesidad de las familias que allí residían.

Junto a la bella ribera del río se levanta el Puente de hierro, esta estructura en forma de cruces de aspa asentada en dos grandes pilares de piedra fue inaugurada en 1867. La Diputación se lo encomendó al ingeniero José Echevarría quien marchó a Francia encargando su construcción a la empresa colaboradora de Eiffel, “Imbert y Cia”.

Pero Fuentidueña está íntimamente ligada al río Tajo, y por ende a su particular entorno natural. A su paso por este municipio, el Tajo nos regala un paisaje propio de las riberas y vegas, un soporte de cultivos de regadío y vegetación ribereña autóctona en la que destacan los tarayales y una gran diversidad de aves tanto acuáticas como terrestres. Una vegetación y fauna presente también en el Remanso de la Tejera, antiguo lugar de descanso para los pastores durante la trashumancia, antes de emprender viaje hacía los páramos de la Alcarria.

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